GESTOS AL INFINITO

Según Pio Baroja hay siete clases de personas:
Los que no saben.
Los que no quieren saber.
Los que odian el saber.
Los que sufren por no saber.
Los que aparentan que saben.
Los que triunfan sin saber.
Los que viven gracias a que los demás no saben.

Este libro trata de los que para no sufrir, intentan saber.

 


¿QUÉ NECESITA UN HOMBRE PARA VIVIR?

Nada puede ser más subjetivo frente a esa pregunta. Incluso hay quien considera sus “necesidades básicas” como algo relativo o superfluo. Cada individuo es distinto y sus motivaciones vienen determinadas por sus particulares pasiones. La educación, familia, entorno social, la época en que se vive y el azar que tanto papel le gusta jugar, le llevará de aquí para allá condicionando la vida. Hay quien se conforma con comer cada día varias veces, tener un techo donde cobijarse, agua corriente en su vivienda, alguien al lado para mortificar o amar y cuatro monedas para sus vicios. Otros quieren ir más lejos y necesitan algunas dosis de ocio, reclaman algo que aprender o aspiran a cierto nivel cultural. Pocos, encuentran que sus necesidades pasan básicamente por satisfacer su inquietud de aventura, descubrimiento, independencia y autonomía: son amantes de todo aquello que les hace sentirse libres. Su idea de la existencia, consiste en no formar parte del rebaño social.

De cómo se las han apañado distintos personajes inquietos en sus intentos de vivir con su propio estilo, trata este libro. Son personajes que han expresado claramente cuál era su postura frente a la sociedad que les tocaba vivir y para ello, hicieron de su vida un testimonio de vivencias y en la mayoría de los casos escogidos, lo plasmaron en escritos y textos. No todos los contestatarios pueden trascender; se necesita ser además, creador de algún medio por el cual dejar constancia de su inconformismo y crítica. Sirva de ejemplo, por medio del testimonio de algunos de ellos, para motivar nuestra valentía o reconocer nuestros miedos.

 

DESOBEDIENCIA CIVIL (Henry David Thoreau)

Acepto plenamente la divisa: el mejor gobierno es el que menos gobierna, y quisiera verlo actuar en este sentido más rápida y sistemáticamente. Realizada, equivale en última instancia a esto en lo que también creo: el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto, y cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán. El gobierno es, bajo óptimas condiciones nada más que un recurso, pero la mayoría de los gobiernos suelen ser y a veces todos los gobiernos, son inoportunos. Las objeciones que han sido planteadas contra la existencia de un ejército regular, son muchas y de peso. Finalmente éstas pueden también aplicarse a un gobierno establecido. El ejército regular no es más que un tentáculo del gobierno establecido. El mismo gobierno, que sólo es el medio escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto a sufrir abusos y corrupción antes de que el pueblo llegue a actuar a través de él.


Una vez que el poder está en manos del pueblo, la razón práctica por la cual se permite que una mayoría mande, no es porque ésta tienda más a estar en la correcto ni porque esto parezca más justo a la minoría, sino porque físicamente es más fuerte. Pero un gobierno donde la mayoría manda en todos los casos, no puede basarse en la justicia ni siquiera hasta donde los hombres la comprendan. ¿No puede haber un gobierno en el que las mayorías decidan virtualmente según su conciencia y no en relación a lo correcto e incorrecto? o ¿en el que las mayorías decidan únicamente sobre aquellas cuestiones a las cuales es aplicable la regla de la conveniencia? ¿Debe el ciudadano renunciar a su conciencia, siquiera por un momento o en el menor grado a favor del legislador? ¿Entonces porque el hombre tiene conciencia? Debemos primero ser hombres y luego súbditos. No es deseable cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto. La única obligación que tengo derecho de asumir es la de hacer en todo momento lo que creo correcto. Se ha dicho con bastante verdad que una corporación no tiene conciencia, pero una corporación de hombres conscientes es una corporación con conciencia. La ley jamás hizo al hombre ni un ápice más justo; además, gracias a su respeto por ella hasta los más generosos son convertidos día a día en agentes de la injusticia.

Existen leyes injustas: ¿debemos conformarnos con obedecerlas o, debemos tratar de enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado o, debemos transgredirlas de inmediato? Los hombres en general, bajo un gobierno como éste, piensan que deben esperar hasta convencer a la mayoría para modificarlas. Piensan que si resisten, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es el gobierno quien tiene la culpa de que el remedio sea peor que la enfermedad. El gobierno lo empeora. ¿Por qué no es más capaz de anticiparse y prever para lograr reformas? ¿Por qué no aprecia a su sabia minoría? ¿Por qué llora y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no alienta a sus ciudadanos a estar alertas para señalarle sus faltas y así poder actuar mejor? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero?

 

*

Algunas personas nacen y viven obstinadas
con gestos a un infinito distinto.
Son los contestatarios

 

 

GESTOS AL INFINITO

Joan Martí Valls

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